música

Vete lejos, pero no sueltes mi mano...



''Úntame de amor y de otras fragancias de tu jardín secreto. Sácame de quicio, hazme sufrir. Ponme a secar como un trapo mojado. Lléname de vida, líbrame de mi estigma. Llámame tonto. Olvida todo lo que haya podido decirte hasta ahora. No me arrastres, no me asustes. Vete lejos, pero no sueltes mi mano. Empecemos de nuevo. Toca mis ojos, nota la textura del calor. ¿Por cuánto te vendes? Píllate los dedos y deja que te invite a un café. Caliente claro, y sin azúcar, sin aliento...''


Daniel Valdés.

Recordando un poquito más...





Ya era de día, y los rayitos de sol, se colaban por mi ventana dandome los buenos días, el despertador había sonado pero me desperte quince minutos después. Había llovido, las gotitas estaban en la ventana luchando por llegar antes al suelo. Me revolví un poco en cama; estirandome, bostezando, cerrando los ojos... Pero sabía que tenía el pelo hecho un estropicio, y decidí arreglarlo un poco. Tras burdos intentos, solo consegui que el flequillo estuviese recto y no pareciera un pollo.

(Ring ring) En otra casa un teléfono sonaba.
-¿Ahora?
-...
-¿Y para eso me despiertas?
-...
-Está bien. Hasta ahora.


Mientras preparaba el desayuno con aquella camiseta de tirantes blanca que tanto me gustaba, observaba a los peces comer en su castillo de mármol. Cuando me dí cuenta tenía el pelo lleno de miguitas de pan. 
Me encantan las tostadas con mermelada de fresa, pero odio el ruido que hacen cuando masticas. Por eso decidí comer pan. Sin ruidos.
Mientras me quitaba las miguitas del pelo, oía ruido en la calle, eran sonidos especiales. 
Normalmente siempre desayuno leche con café, pero ese día había decidio tomar café con leche, nunca suelo ser tan impulsiva.

[...]
-Parece mentira que dejes la puerta siempre abierta. ¿No sabes que eso es peligroso?

Yo jugaba mientras le sonreía y me mordía el labio.
-¿Y bien? ¿Qué le pasa a tu cama?
-Que todavía te echa de menos...

Dame tu aire.


Le apretaba sin hacerle daño. Se estremecía con delicadeza. Tenía frío. Conociéndola, habría repasado esta escena millones de veces pero la veía nerviosa. Le vibraba todo el cuerpo, y con él su mirada se clavaba en la esquina del viejo sofá. Se apoyó en mi abdomen, dejándose caer. Se regaló. Te digo yo que eres fácil, como tocarte y que me tiemblen las rodillas, me susurró.

La necesidad de decirte: he vuelto, idiota mía.

Los ojos españoles y las piernas de Oceanía a Dinamarca, y sin embargo te extraño más que nunca. Estúpidos recuerdos.

mi sujetador echa de menos tus labios al rozarlo con su piel.


Y todos decían que hacíamos una pareja perfecta. Hoy la pintura que dejé impresa en la punta de tu nariz hacía que tus ojos se oscureciesen por momentos y escúchame, te quiero más allá de aquel rojo magenta.

ML.

¿Qué más da que el mundo se caiga mañana? Hoy te tengo entre mis muslos, entre mis manos.ais, suspiro. Maldito amor. Malditos labios.

Miradas vacías.

Se podía oler el vapor de agua caliente que emanaba la mampara de la ducha. 
Sus tardes solían ser frías, casi sin azúcar en los labios ni aceite en las tostadas. A veces eran calladas y otras tormentosas. Solían ser apasionadas, carentes de palabras malsonantes e incluso sin vocales necesarias. Llenas de juegos encadenados con trampas y serpientes.

Uno entre pocos.

Más allá de lo físico, encuentro mi absurdo. Fácilmente me caracterizo por mi locura transitoria. No es más que las vacaciones de mi cerebro expuestas a un largo -muy largo- periodo de tiempo. Si cada cosa dicha en vano fuese relevante mi cordialidad jamas hubiese existido, y por lo tanto tu complicidad conmigo sería puramente real. No añoro algo que no existe, no se puede o eso (me) dicen. Pero cuando se trata de mí, todo vale. Más de lo físico, de un tú y de un yo, se encuentra mi absurdo.

Eres como un abrazo congelado

El cigarro se iba consumiendo a medida que el despertador seguía sonando, a medida que tu respiración aguda se iba dilatando. Siempre me han parecido especiales los días de lluvia. Las gotitas que se pegan en los cristales parece que compiten por quien es la que llega más rápido al Edén. Las cenizas dejaron marca en tu pijama. Las besaste como si fuesen mis labios. A pesar de ser lunes, la una del mediodía marcaba tu kronos plateado, el cual estaba en mi muñeca ahora -desde hacía 28 días, 2 horas y 36 minutos.
Aun así, parecía ser mucho más tarde. Las nubes embriagaban mi habitación -nuestrahabitación. Diría que mi último aliento se fue con las gotas de lluvia extrañadas en las alcantarillas.